Antología poética

M. K. iurlionis  (1875-1911)

Traducción del lituano de Liudas Klemas y Stasys Goštautas

Verdad (1905)

Calma (1902)

Sonata del Mar - Andante (1906)


Lista de los textos

Cuento

Sonata

Salmo

Mar

Del diario

Pater Noster

Preludio

Cartas

Reseña biográfica de Ciurlionis

Independencia de Lituania: reseña histórica

Museo Nacional de Arte Ciurlionis

Galeria de Pinturas de Ciurlionis

Galeria de Musica de Ciurlionis

Ciurlionis en Wikipedia (Frances)

Ciurlionis en Wikipedia (Ingles)

Fragmentos Musicales

Jura (el mar) poema sinfónico de Ciurlionis

Miskas (en el bosque) poema sinfónico de Ciurlionis

Cuarteto Ciurlionis 1er movimiento Allegro moderato

Cuarteto (1/4) imagenes de Ciurlionis

Cuarteto (2/4) imagenes de Ciurlionis

Cuarteto (3/4) imagenes de Ciurlionis

Mar poema sinfónico (fragmento) de Ciurlionis

Acquaintance with Ciurlionis

CUENTO

Cansado de recorrer las calles de la gran ciudad, me senté en un banquillo destinado a los mensajeros.

Hacía un calor canicular, las casas grisáceas amarillentas crujían como dientes, los colgantes multicolores brillaban claramente, una que otra torre resplandecía dorada por el sol, y la gente torturada por el calor, caminaba lentamente, como adormecida.

Un anciano, ya muy viejo, arrastrando sus pies con dificultad, apoyándose en un bastón, se paró frente a mí meneando su cabeza y comenzó a mirarme atentamente. Sus ojos eran tristes, como perdidos y sin idea. Sobre su pecho colgaba un cordoncillo que anudaba cruces de varios tamaños: había grandes de hierro, algo oxidadas, otras más pequeñas de cobre laminado, y algunas pequeñitas de plata - como quien dice, toda una colección.

"Mendigo", decidí mentalmente y ya quería sacar una moneda de mi bolsillo, pero el anciano, parpadeando con extrañeza y murmurando secretamente, preguntó:

- Amigo, explícame, ¿qué aspecto tiene el color verde?

- ¿Color verde? Hm... el color verde es un color, pues como la hierba... los árboles, - los árboles también son de color verde - las hojas, le respondí observando alrededor, pero por ninguna parte había un árbol, ni una hoja de hierba.

El anciano se rió y me tomó por la manga.

- Ven conmigo, amigo, si quieres. Me apresuro a ese lugar, en el camino te contaré cosas interesantes:

Cuando me levanté para acompañarle, el anciano comenzó a contarme:

- Hace mucho tiempo, cuando era joven como tú, hijo mio, hacía mucho calor. Cansado de recorrer las calles de la gran ciudad, me senté en un banquillo destinado para los mensajeros.

- Hacía un calor canicular, las casas grisáceas amarillentas crujían como dientes, los colgantes multicolores brillaban claramente, una que otra torre resplandecía dorada por el sol, y la gente torturada por el calor, caminaba lentamente, como adormecida.

- Por largo tiempo la observé y comencé a añorar el verdor de las praderas y los árboles, como el verdor de mayo. De repente me levanté y caminé toda mi vida, buscando inútilmente en esa ciudad.

- Seguía siempre, preguntando a la gente que encontraba, pero ellos, en lugar de responderme, me daban crucesitas. Yo escalaba las altas torres, pero, siempre, en todos los horizontes siempre estaba la ciudad, ciudad, ciudad, y por ninguna parte - algo de verdor. Sin embargo presiento, que debe encontrarse en ese país, solo que tal vez ya no llegaré - pues soy viejo.

- Ah, si estuviera en algún lugar cercano, podría descansar: el olor, el zumbido de mosquitos, y por doquier verdor, hierba, árboles.

Miré al anciano - él sonreía como un niño y lloraba.

Seguimos en silencio otro trecho del camino, entonces el anciano me dijo:

- Bien, ya basta para mí. No puedo ir más lejos, aquí me quedo. Pero tú sigue, marcha sin descanso. Te advierto que la canícula no terminará, en este camino no hay noche, solo un eterno día.

- En el camino háblale a la gente sobre las praderas, sobre los árboles, pero no les preguntes, y consíguete un cordón para colgarle crucesitas.

- Bueno, ve con suerte, yo me quedaré aquí.

Pero apenas avancé diez pasos, el anciano comenzó a gritar:

- Espera, hijo, olvidé decirte: Otéa desde una torre alta, así sentirás el camino. Pero si está muy lejos, y te alcanza la vejez, entonces allá encontraras un banquillo, destinado para los mensajeros, y sobre él, gente joven nunca faltará.

- Pero, ahora sigue tu camino.

Así dijo el anciano, y yo seguí alejándome, oteando desde las altas torres.

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Sonata

(Allegro)

Otoño. Jardín abandonado.

Los árboles semidesnudos murmuran

y riegan con hojas los caminos,

y el cielo gris tan gris tan triste,

como sólo el alma puede entristecer.

Un hombre va por los senderos y praderas,

lleva un saco al hombro y un rastrillo en su mano.

Camina por senderos, donde hace poco hubo flores,

pero ya nada es igual.

Otoño. Entristece el alma,

y el cielo tan gris. ¡Ya no hay camino!

Las hojas amarillentas de los arces lo cubrieron.

Los árboles están semidesnudos en el jardín abandonado y murmuran.

(Andante)

Otoño. Otra llovizna de rocío, las hojas caen lentamente,

giran desmayándose y caen en la hierba,

en los arbustos, en los senderos. En todas partes.

Una hoja muerta esparciéndose

toca mi cara, mis manos,

y luego cae aquí mismo

a mis pies, yo la paso cuidadosamente,

para no pisotearla.

Errando por el jardín, aplasto otras hojas

y las siento bajo mis pies.

Hay tantas tantas - no puedes evitarlas.

Y suenan extrañamente secas, ya rígidas,

como diciendo: no te preocupes, nos da igual.

En el centro del jardín una casa vacía.

No hace mucho aquí habitaba gente,

y los niños miraban por sus ventanas y reían.

Ahora da tristeza, ver esas ventanas apuntaladas con tablas,

pero la casa ahora está vacía.

(Scherzo)

Otoño. La lluvia ha cesado,

el sol diluye la triste cubierta de nubes lanzando su mirada.

¡Qué bello!

Se ilumina el jardín abandonado,

los semidesnudos árboles cesan de murmurar,

pero la hojas siguen cayendo sobre el césped, los arbustos, los senderos.

A ellas les da igual.

(Finale)

Otoño. El alma se entristece. Nada. El sol asoma - más triste aún.

Me siento sobre un banco al lado de la casa vacía

y miro a las ventanas, apuntaladas con tablas.

Me parece que ese jardín es infinito.

Se extiende por toda la tierra abandonado.

De vez en cuando una aislada casa vacía,

con sus ventanas apuntaladas con tablas,

los senderos y caminos totalmente cubiertos por hojas muertas.

El otoño cubre toda la tierra,

y la tierra es como un triste jardín abandonado.

Los árboles semidesnudos murmuran y lloran sus hojas marchitas,

todos los senderos, todo todo.

Otoño y tristeza en toda la tierra,

pero un hombre va por los senderos y praderas,

llevando un saco al hombro y un rastrillo en su mano,

y golpea en vano en las puertas,

se aleja y golpea, más lejos y más lejos,

pero todo en vano.

Las casas están vacías, y las ventanas apuntaladas con tablas.

¡Nadie! antes aquí habitaba gente,

y los niños miraban tras las ventanas y reían.

Ahora las ventanas están cerradas, las casas vacías, es otoño.

Sí, otoño. El jardín abandonado. Los árboles murmuran y lloran.

Y el cielo gris tan gris tan triste,

como solo el alma puede entristecer.

Otoño.

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Salmo

¡Señor! Ilumina mi camino, te lo ruego, pues yo no lo conozco.

Salí al frente de nuestra procesión, y sé que otros marcharán detrás de mí, pero que no sea por atajos.

Errámos por bosques oscuros, pasamos por valles y campos arados, pero la procesión era larga como la eternidad.

Cuando condujimos la procesión hasta la orilla del río, sólo entonces se pudo entrever la retaguardia entre el oscuro pinar.

- ¡Río! - gritamos. Aquellos que se encontraban más cerca, repitieron: ¡Río! ¡Río!

Aquellos que se encontraban en campo abierto, gritaron: - ¡campiña, campiña, campiña!

Los que iban de últimos decían: - Estamos en el bosque, y nos sorprende que los que van adelante griten - ¡campiña, campiña - río, río!

-Nosotros vamos por el bosque, - decían, sin saber que eran los últimos en la procesión.

Y otros murmuraban, - Señor, el camino es cada vez más difícil.

Ante mí, altísimos montes, calvas rocas, precipicios. ¡Qué bello!

¡Infinitamente bello! Pero no conozco el camino, y tengo miedo. No por mí, oh no. Yo marcho y ellos me siguen. Señor, ellos también van detrás de mí, toda la procesión - larga larga! Cabeza a cabeza por todo el valle y por una larga ribera, y por el silencioso extenso campo arado, pero el final de la procesión se esconde en el bosque, y no tiene fin.

- ¿Donde está la verdad, Señor mío? Ya voy, ya voy.

- Expones ante mí tus milagros sobre las crestas rojizas de los montes, sobre las rocas grisáceas verdosas - fantásticas, como el hechizado palacio de los príncipes.

Los que marchan más cerca lo ven con claridad, pero aquellos que van por el río, o aún se encuentran en la campiña, ¿cuándo verán estos milagros tuyos? ¿Y aquellos que ni siquiera han salido del bosque? Me dan lástima, ¡Señor!

Ellos tardarán en descubrir tus milagros, que tan generosamente regaste alrededor.

Acaso nos queda mucho camino por recorrer, ¿Señor? ¿Tú ordenaste no preguntar?

¿Pero hacia donde vamos, Señor? ¿Dónde está el final del camino?

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Mar

Poderosa mar. Grandiosa, ilimitada, desmesurada. Todo el cielo cubre con su azulado manto tus olas, y tú, llena de grandeza, suspiras silenciosa y tranquila, pues sabes que no hay límites a tu poderío, a tu grandeza, a tu ser infinito. ¡Grande, poderosa, magnífica mar!

Por la noche te observa medio universo, en tus profundas entrañas los soles lejanos hunden su parpadeante mirada secreta, y tú, eterna reina de los gigantes, suspiras tranquila y silenciosa, pues sabes que estás sola, y nadie te gobierna.

Frunces el ceño, como si tu azulada cara expresara descontento. ¿Te arrugas? ¿Será acaso tu furia? ¿Quien se atrevería, oh mar indomable por tu infinita grandeza, quien se atrevería a enfrentarte?

Y vino respuesta del mar, rugiendo silenciosamente, meciendo las hierbas ribereñas, las cuales ondulando susurraban: es el viento viento viento.

Pobre viento - efímera criatura, viento vagabundo sin hogar, disipado e incoloro, gimiendo como un despreciable halcón corre sin objetivo, devastando bosques, levantando polvaredas, avivando incendios, derrumbando viejas cruces en los cementerios, destrozando humildes cabañas.

Se inclinan ante él los sauces llorones, y las modestas florecillas se abrazan al suelo, asustadas por su furia. Ellas son esbeltas y menudas.

Y tú frunces el ceño y te enojas, eterna reina de los gigantes, tú que descansas por miles de siglos, iluminada por los soles parpadeantes del universo, siempre fría y tranquila, tú te inquietas.

¿Será acaso porque tus olas ya no están bajo tu control?

El viento ya las gobierna y las arréa adelante como una manada de ovejas. Mira, mira, como todas corren voluntariamente con el viento, todas acompasadas, y hay millones de ellas y siempre se encuentran más. Detén aunque sea una sola subordinada, oh reina.

¡Qué terrible multitud! De un horizonte al otro olas, olas, olas...

Mira, tus gigantes se levantan, pero ya no están bajo tu control. ¡Tú espuméas, gran mar!

El viento les ordenó desmoronar rocas a cientos de millas y ellas corren confiadamente, aullantes, y golpéan sus frágiles pechos contra la fría piedra y perecen al instante.

El viento arréa cada vez nuevas manadas, hasta que se aburre y entonces abandona todo y se aleja silbando.

Y tú espuméas, mar, eres grande e impotente.

El viento se fué hace tiempo. Tú recojes tus olas, tus restos, las detienes con dificultad y te quejas adolorida, como un niño. ¿De qué te quejas, mar?

¿Acaso te dan lástima tus juguetonas olas, de las que sólo te queda un poco de espuma y nada más?

¡No te compadezcas de ellas! Vendrá de nuevo el tiempo, y el viento soplará, se levantarán nuevas olas desde otra costa, el viento las llevará donde le plazca, sin faltar el accionar de tus gigantes, y de ellas, de nuevo solo quedará un poco de espuma, y nada más.

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Del diario

Pasa, pasa una nube grande, gris, y allá avanza otra nube negra, y el sol brilla, y la sombra avanza delante de mí sobre la tierra, por el campo verde de la vida, hasta danza delante de mí... Yo camino. Cada vez más gris, más oscuro, pero voy más lejos cada vez, queriendo encontrar algo más luminoso al final de mi camino... Todo era luz, pero ahora todo oscurece, quizas habrá tormenta - ¡qué nubes tan negras.

Pero hay que tener la luz con uno mismo, de uno mismo, para alumbrar la oscuridad a todos los que están en el camino, para que una vez iluminados ellos mismos encuentren su propia luz y sigan su camino, para que no queden en la oscuridad, como ignorando donde deben ir, pues a esos los arrastra la tormenta y no alcanzan a ver la luz que aparece nueva y bella tras la tormenta. Luz antes de la tormenta, tormenta, y tras la tormenta luz - así es desde el comienzo del mundo. (1900?)

Imaginé la felicidad tan cercana y posible. Pero decidí: "No seré feliz", eso es tan cierto, como que "moriré". Esas cavilaciones en algo me consolaron, pues de algún modo, a pesar de todo me convencí - si podemos llamarlo convencimiento, - descubrí la verdad.

Si, feliz no seré, no puede ser de otro modo. Soy demasiado sensible, tomo todo demasiado a pecho, no amo y temo a los extraños, no sé vivir con ellos.

El dinero no me tienta, me espera el sufrimiento, dudo de mi vocación y mi talento, y nada lograré. Asi que seré nada, nulo, pero entenderé mi situación.

Dejaré de soñar, pero recordaré los sueños de mi juventud. No me reiré de ellos, pues no eran chistosos... Estaré como sobre las ruinas de mi castillo inconcluso, castillo cuya imagen está guardada en el alma, donde ninguna fuerza podrá levantarlo de sus ruinas. Y sabiendo eso, ¿acaso seré feliz? No, es verdad. Hace ya medio año me viene esa idea, y ahora estoy convencido. Eso es triste, pero qué se puede hacer.

(13 de abril de 1901)

El hombre tiene su espíritu y lo ama; el espíritu del hombre es su Dios, el espíritu humano gobierna el mundo; el espíritu humano es la belleza del mundo; el espíritu humano es el espíritu del mundo; el espíritu humano es el guardián de la tierra y del cuerpo; el espíritu humano es un fragmento de su Dios; todos los espíritus humanos son un solo Dios, y Dios es el espíritu. Dios creó el mundo, la tierra, el cielo, las estrellas y la fuente en la tierra. De la fuente brota el agua hacia todas partes: por entre las piedras, entre arenales, entre rocas, visitando toda la tierra desde esa misma fuente.

Buena fuente - agua buena, yo correré adonde me espera el espectro con sus nuevos ropajes, mientras aquí sobre la iglesia, sobre las casas vuela un pajarraco, abriendo las nubes con un ala, y aparece el sol, y es el primer día de Pascua.

Los hombres recuerdan la fuente de donde provienen, y dicen: regresemos a nuestra fuente común.

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Pater Noster

Varsovia, octubre de 1906 (de una carta a su hermano Povilas)

„Apuntes del reconvaleciente" comienzan así: „El doctor escondió el relojillo bajo el párpado del ojo derecho, parpadeó el izquierdo y me dijo, que estoy completamente sano y puedo salir seguro a la calle, etc..." Stabrauskas me dijo, que el redactor al leerlo hizo una mueca muy tonta, pero al terminar de leer se tornó aún más tonta. El tenía la duda: ¿era una bufonada, o cosa genial? Parece que se convenció de lo segundo.

" En verdad, es más fácil escuchar la música que surge tras una colina, que en la ciudades bulliciosas donde cada noche se dan conciertos.

Busca una perdida campiña lituana olvidada, algún verdoso valle rodeado por alguna pequeña colina. Cerca - un sauce inclinado, al borde del camino - una antigua capilla en declive con su santo protector, rodeada por las ramas colgantes de un abedul. Por doquier, por donde observes - valles tranquilos, rodeados hasta el horizonte por una cinta de verdes pinos, con sus cimas cubiertas por el cielo grisáceo petrificado. Y a lo lejos, tras esa colina, no tardarás en escuchar una canción (daina¨) apenas audible: "¡Oh bosque, bosque, tú eres un verde bosquecillo!".

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Preludio

Sobre esas orillas, sobre ese Nemunas querido, el cielo es tan brillante, tan suave, tan lituano, lo miras y lo miras sin saciarte de mirarlo. Entonces el corazón late más fuerte, el alma se alegra y comienza a cantar el himno a Aquel que te dió por patria a Lituania. ¡Oh qué bella es nuestra Lituania! Bella por su tristeza, bella por su sencillez y su sinceridad. Aquí no hay montañas apuntalando las nubes, ni rugientes cascadas. ¡Sólo observa alrededor! - ¡Qué emocionante sencillez en esa visión!.

La campiña como un gran tapete de seda con cuadritos verdes oscuros y claros; un camino serpentéa graciosamente por el campo hasta desaparecer en algún lugar entre las cunetas; al borde del camino una cruz, y junto a ella un abedul se yergue y llora. A lo lejos en el horizonte un azulado bosque. Si te acercas a él, susurrarando en secreto te contará una vieja vieja leyenda o comenzará a murmurar un triste lamento.

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Cartas

Sabes qué, Kasbolita, cuando estábamos sentados juntos en la cima, yo descendí discretamente la colina para observarnos. Tú estabas toda en el sol, y el sol estaba en ti, y tú me iluminabas, y una gran sombra mía caía por casi toda la colina. Y me invadió una tristeza, así que corrí cuesta abajo lejos lejos, y al regresar donde nos encontrábamos, tu resplandecías más aún, pero mi sombra había desaparecido. Estábamos muy entretenidos, debíamos partir una fresa salvaje en dos mitades iguales. La pusimos sobre una hojuela y nos la repartimos muy seriamente - esa pequeña fresesita.

Y entonces recordé, que hubo un tiempo, cuando el mundo se asemejaba a un cuento, cuando el sol alumbraba cien veces más luminoso, en las riberas tranquilas de lagos de verde esmeralda en cuyas costas se erguían gigantescos bosques de brillantes nueces plateadas, entre las columnas doradas que soportan el cielo volaba un horrible pterodáctilus ruidoso y sorprendente, llameando agresión, que desapareció entre los doce arcoiris de la radiante neblina que eternamente cubre el océano Pacífico.

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Breve reseña biográfica

M. K. Ciurlionis [1875-1911]

Compositor y poeta, filósofo a su manera y pintor, fotógrafo y diseñador, Mikalojus Konstantinas Ciurlionis fue una combinación rara de varias artes del „fin del siglo" cuando poetas hacían de críticos de arte y los músicos pintaban extrañas figuras y paisajes en el pentagrama y los pintores filosofaban por medio de sus cartas (recuérdese el caso de Van Gogh y de Cézanne). Era el primer anuncio de la síntesis de las artes, dentro de lo que luego se vendría a conocer años más tarde como artes interdisciplinarias, donde se eliminan las fronteras entre las artes.

Lo inreresante de todo esto es que hace mas de cien años, cuando nadie les hacía caso, varios pintores y músicos del Centro y Este de Europa habían hecho los primeros intentos de integrar las artes, gracias a sus estudios de música, arte y literatura. Ya conocemos el caso de Vasili Kandinsky y František Kupka, Paul Klee y Francis Picabia para mencionar sólo a los más famosos.

Entre los pioneros de ese arte que luego daría el surrealismo y el arte abstracto, figura una persona casi legendaria que parece pertenecer a todos los ismos del siglo veinte y a la vez, es único y personal. Se trata del compositor y pintor lituano M. K. Ciurlionis, nacido el 22 Septiembre de 1875 en Varena (Lituania) recibió las primeras lecciones de música a los tres años dadas por su padre el organista de la parroqia en Druskininkai, y de allí pasó a la escuela de música y orquesta de cámara del Príncipe M. Oginskis de Plunge. En 1894 hizo estudios de música en Varsovia y en 1901 de composición en el Conservatorio de Leipzig. En 1903 sin abandonar la música por completo  -dando lecciones de piano para ganarse la vida- empieza con pasión estudios de pintura en la Escuela de Bellas Artes de Varsovia y en menos de 9 años deja unos 300 cuadros fantásticos que en su época nadie sabía cómo interpretar. Hoy, ya está claro que peretenecen a su época de Simbolismo y Art Nouveau y gracias a la sinestesia, así definida por Kandinsky, por intuición fue un pionero del modernismo y arte abstracto.

Lituania en la época de Ciurlionis, del gran Ducado del siglo XIV - XVIII, se convirtió en una colonia del imperio ruso, donde la lengua culta era el polaco y la administración del gobierno en ruso, pero gracias a los levantamientos de 1831 y 1863, despertó el patriotismo lituano. La guerra ruso-japonesa de 1904 y la revolución social de 1905 en la que se planteaba la autonomía de Lituania debilitaron el control del poder central que ejercía Rusia y llevó a un período de liberalización en el que la censura se debilitó y desapareció la prohibición de hablar, escribir, publicar y educar en idioma lituano. Ciurlionis organizó en 1906 los preparativos para la primera exposición de arte lituano que fue inaugurada en Vilnius a comienzos de 1907, en la cual Ciurliones participa con otros 18 pintores lituanos y expone sus ciclos La Creación del Mundo y La Tempestad. En 1908 participa activamente en la segunda exposición de arte lituano donde expone el ciclo del Zodíaco, la Sonata del Sol, la Sonata de la Primavera y una serie sobre Invierno.  Todos estos eventos fueron precursores de la independencia de Lituania [1918] que Ciurlionis solo previó y anheló con gran fervor creativo, antes de su muerte en 1911.

A comienzos de 1909 se casa con Sofija Kymantaite y luego participa en el VI salón de artistas rusos en San Petersburgo. Ciurlionis con Sofía trabajan febrilmente en la preparación de la IIIa exposición de arte lituano, y a un proyecto de un libro sobre el arte y folklore en Lituania, y  luego viajan a Petersburgo en busca de lograr una estabilidad financiera, pero sin resultados deben regresarse a Druskininkai, y entonces Ciurlionis agobiado por la falta de dinero y profundamente extenuado por el intenso trabajo sufre una profunda depresión que le obliga ser hospitalizado. En mayo 1910 nacería su hija Danute. Ciurliones muere el 13 de Abril de 1911.

Tras su muerte vinieron algunos reconocimientos póstumos, invitaciones a participar en las exposiciones de arte de Moscú, de San Petersburgo, de Kiev, de Paris, y de Munich al lado de Kandinski, quien ese mismo añ 1911 pintó su primer cuadro abstracto. Durante la primera guerra mundial sus obras fueron trasladadas a Moscú, y luego fueron restituidas a la república de Lituania tras la firma del tratado de no-agresión firmado en 1920. En 1921 el Parlamento lituano (Seimas) votó una ley para la creación de una galería Ciurlionis donde se coleccionarían, conservarían y expondrían sus obras. Finalmente en 1930 se ejecutó la construcción del Museo Ciurlionis en la ciudad de Kaunas, que por ese entonces era la capital de Lituania, dado que la capital histórica Vilnius estaba bajo ocupación de Polonia.

Más recientemente, Ciurlionis ha suscitado un resurgimiento del interés en los círculos mundiales del arte, como lo testimonian las recientes exposiciones en Paris, en el Museo d'Orsay en el 2001 y Los Angeles en el 2005. Las obras musicales de Ciurlionis, principalmente sus poemas sinfónicos "En el Bosque" y "Mar" así como sus piezas para piano, cuartetos para cuerdas, y música coral, son interpretados frecuentemente por destacados intérpretes y orquestas.

Sus textos literarios presentados aquí en una primicia mundial en internet y en lengua española, son natural consecuencia de la síntesis de las artes, donde la poesia, música y pintura se entrelazan para expresar su visión de la naturaleza y su cosmovisión como hombre y artista. Su poesía y prosa podrán ayudar a entender mejor la curiosa complejidad y sensibilidad de su espíritu soñador y creador.

Sobre su filosofía poética, o poesía filosófica, se podría notar que está estrechamente relacionada con su concepción y sensibilidad de la naturaleza, siempre rica en la descripción de fenómenos naturales, con lo cual Ciurlionis es también una clase de visionario precursor, a la manera de un Emerson, de la conciencia ecológica a la que la humanidad comienza a interesarse lentamente en los albores del siglo XXI.

(Febrero 2005)


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